Actualmente no concebimos la mensajería instantánea como un servicio de pago ya que plataformas como WhatsApp o Telegram ofrecen sus servicios sin coste, pero no ocurría lo mismo antes de que se popularizaran los smartphones. Dado que Telegram ha despertado cierta polémica con su futura suscripción me decidí a realizar una retrospectiva a cuando yo pagué por WhatsApp. Nada más y nada menos que cinco años de suscripción. Por adelantado.
Pocas aplicaciones se convirtieron en imprescindibles al nivel de WhatsApp, un software que se usa en mayor medida que el propio del teléfono. Sus posibilidades de comunicación son su principal reclamo, pero existe otra cualidad que terminó encumbrando a los WhatsApps por encima incluso de los SMS: los primeros son gratis, están incluidos en el acceso a Internet. Pero al inicio no era así, puedo dar fe.
De pago en iOS; gratis en descarga y con suscripción en Android
Ya hemos olvidado que la mensajería instantánea antes suponía un coste para el usuario: los mensajes de texto eran, literalmente, una ruina; por lo que cualquier servicio que lograse equipararse en rapidez a los SMS, eliminando de rebote el coste, era garantía de éxito. Antes de WhatsApp, dicho éxito se lo llevaba BlackBerry Messenger. Más conocido como BBM.
Siempre me sorprendió el hecho de que smartphones empresariales de la talla de BlackBerry triunfasen entre los usuarios más jóvenes, incluso a pesar de que la empresa, y la operadora, cobraba el servicio bajo suscripción (el BIS, el servicio de Internet de BlackBerry). Antes de que se popularizase el iPhone y Android, los móviles más buscados tenían una pantalla no táctil y teclado QWERTY físico, los BlackBerry Curve 8520 y compañía. Por una razón: todos los mensajes se incluirán en el servicio de Internet de BlackBerry.
No tuve una BlackBerry en tiempos de la explosión del BBM, el estilo empresarial no terminaba de convencerme a pesar de la mensajería. Sí compré el primer iPhone, después el iPhone 3GS y mi primer Android, el móvil que me hizo enamorarme del sistema comprado por Google: la HTC Magic. WhatsApp cayó en mis móviles cuando casi nadie conocía esta aplicación.
Año y medio tras su lanzamiento y cuando el cofundador de WhatsApp, Brian Acton, me envió el acceso a la beta de Android, también la descargué en el iPhone. En iOS, WhatsApp ponía un muro de pago a la descarga (yo lo compré a 0,79 euros en agosto de 2010); en Android la descarga era gratis, WhatsApp ofrecía un año gratuito y a partir de ahí cobraba 0,89 euros (los primeros años se abonaba el servicio a 1,99 dólares, tengo recibos de 2010 y 2011).
Sí, WhatsApp costaba dinero antes de que Facebook comprase la aplicación. Recuerdo las quejas de los usuarios por ese casi euro que se debía pagar a través de la aplicación, unos 0,89 euros que, en la práctica, casi nadie pagaba. La táctica de WhatsApp era la de ir prorrogando el pago sin hacer efectiva realmente la cancelación del servicio (no conozco a nadie que en esos tiempos le cancelasen el WhatsApp por no haber pagado la suscripción).
En la actualidad, el hecho de que Facebook Meta controle WhatsApp, y haga uso de los metadatos como beneficio en su relación con otras empresas, se ve como algo negativo, pero cuando la empresa de Zuckerberg compró la app de mensajería el panorama se planteaba al contrario: la alegría fue generalizada ante el hecho de que WhatsApp terminase siendo una aplicación 100 % gratuita. Por no seguir pagando esos 0,89 euros anuales hemos acabado vendiendo nuestro uso. Bajo mi punto de vista, creo que salimos perdiendo.
Pagué cinco años de WhatsApp dos años y medio antes de que fuera gratis
Y sin que nadie de mi entorno pagara jamás por la aplicación, he de añadir. Siempre tuve la opinión de que un buen servicio se merece un pago a la altura, al fin y al cabo nadie trabaja gratis (o no debería). Y para mí la mensajería instantánea es un pilar básico de nuestra sociedad; tanto, que es la principal responsable de que actualmente el smartphone sea un objeto común. Y más: aplicaciones como WhatsApp lograron que los teléfonos inteligentes se abaratasen al nivel de hoy día.
Sí, pagué por WhatsApp y no me arrepiento. Y seguramente pagaré una suscripción por Telegram, igual que la pago por Twitter: si aprovecho la app, y considero que me aporta un valor notorio a mi rutina diaria, creo que ofrecer un retorno directo a los desarrolladores es un acto de justicia. Siempre y cuando el precio sea así, justo.
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La noticia
Yo pagué WhatsApp: cinco años por adelantado poco antes de que fuera gratis
fue publicada originalmente en
Xataka Android
por
Iván Linares
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