La historia de Android es la de una metamorfosis. Nació como un sistema operativo abanderado de la libertad, un lienzo en blanco para que fabricantes, usuarios y desarrolladores pudieran experimentar. Sin embargo, con el paso de los años, esa libertad se ha ido acotando en nombre de la seguridad y la estabilidad. Lo que antes era un campo abierto se ha convertido progresivamente en un jardín más vallado, donde Google marca unas reglas mucho más estrictas. Esta es la crónica de cómo Android se ha ido haciendo más dependiente de la Big Tech que está detrás de su desarrollo y evolución.
Edad de oro. Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que comprar un Android era solo el primer paso. La verdadera experiencia —también para un servidor— para muchos empezaba al desbloquear el bootloader, un proceso que fabricantes como HTC o OnePlus facilitaban activamente. Se abría así la puerta a un mundo de personalización liderado por las ROMs personalizadas como la mítica CyanogenMod (ahora LineageOS).
Además de mejorar el rendimiento de móviles lastrados por el software propio de la marca, el objetivo era actualizar a versiones que nunca llegarían oficialmente, o simplemente, disfrutar de una experiencia Android más pura. La instalación de APKs desde cualquier fuente ha sido tradicionalmente otra de las bases de los más ‘cacharreros’. Pero este interés en la idea de «tu móvil es realmente tuyo» era más evidente en foros como XDA Developers, que en aquel entonces era un hervidero de creatividad que definía la identidad del sistema desarrollado por Google.
Sin prisa, pero también sin pausa. La transición hacia un ecosistema más controlado no ha sido de un día para otro. De hecho, todavía gozamos de bastante libertad en lo que se refiere a la instalación de software por vías extraoficiales, incluso algunos proyectos como /e/ OS, GrapheneOS o el propio LineageOS perduran como alternativas al Android de Google. Pero una serie de pequeños cambios acumulados a lo largo del tiempo esculpen una transición hacia el control. Y eso implica menos libertad para los usuarios.
Google ha ido introduciendo barreras de forma progresiva durante casi una década, entre ellas destacan las siguientes:
- Certificación de Play Protect: Google empezó a verificar los dispositivos para comprobar si cumplían sus requisitos. Los móviles no certificados, como los que usan una ROM, perdían la etiqueta de «seguro» y por tanto el acceso a ciertas funciones.
- Endurecimiento del ‘sideloading’: la instalación de APKs se ha ido complicando con cada versión del sistema operativo. Si bien todavía es posible, pasamos de un simple interruptor de «orígenes desconocidos» a tener que conceder permiso para cada app que actúa de fuente. Más tarde, Google añadió pasos adicionales como la necesidad de usar la huella dactilar para confirmar la instalación.
- Play Protect: este sistema de seguridad ha ganado poder. Ya no solo avisa, sino que puede marcar como «dañina» una app legítima que el usuario quiere instalar. Y por si fuera poco, comienza a bloquear la instalación de apps que considera obsoletas.
- Play Integrity: antes SafetyNet, fue uno de los golpes más duros. Google lo implementó para que las apps pudiera verificar la integridad del sistema. Si detecta un móvil modificado, apps importantes como las bancarias dejarán de funcionar o lo harán con funciones reducidas. Esto hizo que el «cacharreo» se sintiera inviable para muchos usuarios que dependen de estas aplicaciones.
- Penalización en Gemini para Pixel: la estrategia ha llegado al punto de castigar a quien desbloquea el bootloader. Google ha confirmado recientemente que hacerlo en los Pixel provocará la pérdida de una de las funciones locales de IA de Gemini Nano.
Ofensiva. Si los cambios anteriores llegaron poco a poco, el último año ha traído un torrente. Google ha asestados varios golpes directos al Android Open Source Project (AOSP), el esqueleto de código abierto del sistema. Primero, anunció que el desarrollo de Android pasaría a ser más privado, publicando el código solo al finalizar cada versión estable.
Después, dejó de publicar dicho código específico de sus Pixel, que servían de referencia para la comunidad. La consecuencia, como hemos venido contando en Xataka Android, es que comunidades como LineageOS sufren ahora enormes retrasos para recibir actualizaciones y parches de seguridad. Por otra parte, GrapheneOS, ha optado por aliarse con un gran fabricante aún desconocido.
La puntilla. El cerco se completa con la actuación de los fabricantes, y llega hasta los reguladores. Marcas como Samsung o Xiaomi, amparadas en parte por una directiva europea, piensan poner fin al desbloqueo del bootloader. A esto se le suma que Google ha empezado a cerrar funciones de sus apps, como los RCS en «Mensajes de Google».
Android perdió la inocencia. El resultado de la clara evolución de Android es un sistema operativo más maduro, estable, rápido, seguro y capaz. Sin embargo, para la comunidad de entusiastas que ayudó a forjar su identidad, es la constatación de que «el alma de Android ha desaparecido». Aquella plataforma exprimida por los expertos para aumentar el control del usuario y la personalización se ha transformado en un ecosistema menos libre. La inocencia se perdió en el camino hacia la madurez y el control, y como es natural, tiene sus cosas buenas y malas.
Imagen de portada | Generada con Nano Banana (edición posterior)
En Xataka Android | Quién queda en el Android puro: estos son los equipos y fabricantes que mantienen vivo a AOSP
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La noticia
Android nació como un sistema operativo sinónimo de libertad. Su camino hacia la madurez ha sido a costa de sacrificarla
fue publicada originalmente en
Xataka Android
por
Pepu Ricca
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